Cuando asistimos a encuentros sobre voluntariado corporativo, nos sorprende el discurso dominante del voluntariado corporativo profesional. No nos sorprende porque nos parezca mal, sino porque se presente como la vía.
Como ya hemos dicho, no somos contrarios, ni mucho menos, al voluntariado corporativo profesional pero no compartimos ese discurso si transmite la idea de que es la única forma correcta de hacer voluntariado corporativo. ¿Por qué este escepticismo?
Porque es un tipo de voluntariado corporativo con un gran potencial pero que implica una serie de dificultades que, muchas veces, se minusvaloran o ignoran en ese discurso. Sobre estas pegas y posibilidades para solucionarlas ya les dedicamos un post anterior.
Porque esta práctica no siempre coincide con la estrategia de la empresa. Ken Allen, en su libro La gran carpa: voluntariado corporativo en la era global advierte sobre el riesgo de identificar automáticamente voluntariado corporativo profesional con voluntariado estratégico. Y pone como ejemplo, si el objetivo de la empresa es implicar al mayor número de empleados o tener una acción coordinada de gran visibilidad, el voluntariado corporativo profesional deja de ser tan estratégico.
Porque se argumenta como ventaja del voluntariado profesional su mayor eficacia, hay quien cifra el valor para las ONG del voluntariado basado en habilidades en cinco veces más que otras formas de voluntariado. ¿Cómo se calcula ese valor? Si es, como intuimos, por comparación entre el valor de una de hora trabajo cualificado y una hora de trabajo no cualificado, puede que se esté confundiendo precio, valor y coste.
¿Se ha tenido en cuenta el valor que genera el voluntariado más allá de la tarea? El capital social y relacional que crean las ONG de voluntariado es un valor fundamental (que las fundamenta) que va mucho más allá del valor por su intervención social. El voluntariado es también una forma de posicionarse en la sociedad, de participación social y política, una alternativa desde la gratuidad en un contexto de mercado. Citando a Luis Araguren: Actuar no es solo hacer.
Porque Taproot, entidad estadounidense especializada en la intermediación en proyectos pro bono, estima en menos del 50% los pro bonos que se completan satisfactoriamente. Las empresas y sus voluntarios aportan capacidades, competencias y experiencia a las ONG pero, a veces, se subestiman factores como flexibilidad, tiempo o la cultura de la ONG, claves para que estos proyectos triunfen.
No pretendemos desanimar ni contrariar a los defensores del voluntariado corporativo profesional, sino matizar ese discurso a veces apabullante y recordar que el voluntariado profesional tiene muchas ventajas, pero también sus carencias y dificultades. Y que no hay mejores ni peores voluntariados corporativos, sino mejor o peor adecuados a las necesidades sociales, a los intereses de los empleados y a los objetivos de las empresas.